
Por fin logré inscribirme en el gimnasio. Desde el 15 de febrero he venido postergando la inscripción pero ayer fui. Para ser el primer día de entrenamiento me fue muy bien. El instructor me puso a hacer sólo cardiovasculares: 20 min en la caminadora, 15 min en la bicicleta y 15 min en la escaladora. Después unos abdominales y un ejercicio para la cintura. Al terminar, el entrenador me ayudó con los estiramientos. Fue una sesión como de 20min más en donde estiré cada músculo. Extrañamente, el óxido que había acumulado en mi cuerpo durante tanto tiempo sin actividad física, no se evidenció mientras entrenaba, sino cuando me estiré. ¡Uf! Qué dolor, pero fue excelente y lo mejor es que hoy no me duele nada.
Me encantó el gimnasio, las instalaciones son excelentes. El entrenador también me pareció muy bueno. No es el prototipo oficial del entrenador papiado de gimnasio, más bien parece un profesor de educación física. Es un señor cincuentón que se ve que sabe su vaina. Vamos a ver cómo me va con él.
Lo único que me molestó un poco es que los martes y los jueves cierren a las 6:00 pm y por lo tanto no puedo ir, pero trabajan sábados y domingos así que puedo compensar esos días.
La verdad es que es muy chévere reencontrarse con el ejercicio de esa forma. Yo viví metida en un gimnasio durante todos los días de mi carrera universitaria y desde entonces, excusas más excusas menos, no me había regalado el chance de volver. A mí me encanta esa vaina, lo que pasa es que el tiempo a veces nos juega sucio.
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