
Después de tres horas de martirio con los Djs locales (que pudieron haber sido cuatro pero afortunadamente llegamos tarde), se montó el hombre: Fatboy Slim llenó el Poliedro de Caracas con su buena vibra y sus happy faces tridimensionales por doquier. Este hombre alto, flaco pero gordo a la vez, absolutamente inglés, pero feliz, llegó para hacer bailar a un gentío que se movía al ritmo de sus mezclas.
Realmente ser un buen DJ no es fácil. En los conciertos a los que he ido últimamente (entiéndase Moby y éste) en los cuales ha habido DJs locales como teloneros, todos pecan de rrrrrrepetitivos en los sonidos. No improvisan, no innovan, se quedan en un solo ritmo y lo explotan hasta el final. La experiencia de Fatboy, que no es ningún joven e inexperto DJ, demuestra que sí se pueden hacer cosas interesantes con la música, que se puede mezclar de todo y mientras se sepa dónde se debe sincronizar una canción con otra puedes meter desde samba hasta el trans más trancado.
La fiesta estuvo genial. Además Guill y yo tuvimos la suerte de tener unos excelentes puestos en las gradas. Vimos todos los detalles del espectáculo sin apretujamientos ni ladillas. Yo bailaba cuando me placía y descansaba cuando lo necesitaba. Nos dimos cuenta de que el tipo tocaba descalzo y eso que no estábamos en la olla. La verdad me alegro mucho de que este concierto haya sido en el poliedro y que hayamos escogido inteligentemente comprar lo que llaman "cielo" que son los puestos de las gradas.
Creo que voy a procurar ir a más conciertos porque siempre son inolvidables, sobre todo, como en este caso, cuando el artista lo que hizo fue improvisar todo el rato. Este espectáculo fue único.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario