jueves, febrero 23, 2006

Lo bueno se hace esperar




Después de tres horas de martirio con los Djs locales (que pudieron haber sido cuatro pero afortunadamente llegamos tarde), se montó el hombre: Fatboy Slim llenó el Poliedro de Caracas con su buena vibra y sus happy faces tridimensionales por doquier. Este hombre alto, flaco pero gordo a la vez, absolutamente inglés, pero feliz, llegó para hacer bailar a un gentío que se movía al ritmo de sus mezclas.

Realmente ser un buen DJ no es fácil. En los conciertos a los que he ido últimamente (entiéndase Moby y éste) en los cuales ha habido DJs locales como teloneros, todos pecan de rrrrrrepetitivos en los sonidos. No improvisan, no innovan, se quedan en un solo ritmo y lo explotan hasta el final. La experiencia de Fatboy, que no es ningún joven e inexperto DJ, demuestra que sí se pueden hacer cosas interesantes con la música, que se puede mezclar de todo y mientras se sepa dónde se debe sincronizar una canción con otra puedes meter desde samba hasta el trans más trancado.

La fiesta estuvo genial. Además Guill y yo tuvimos la suerte de tener unos excelentes puestos en las gradas. Vimos todos los detalles del espectáculo sin apretujamientos ni ladillas. Yo bailaba cuando me placía y descansaba cuando lo necesitaba. Nos dimos cuenta de que el tipo tocaba descalzo y eso que no estábamos en la olla. La verdad me alegro mucho de que este concierto haya sido en el poliedro y que hayamos escogido inteligentemente comprar lo que llaman "cielo" que son los puestos de las gradas.

Creo que voy a procurar ir a más conciertos porque siempre son inolvidables, sobre todo, como en este caso, cuando el artista lo que hizo fue improvisar todo el rato. Este espectáculo fue único.

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